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Final de temporada:
¿Sueñan los aventureros de las reformas con ovejas de cemento?
(Parte 2)
“
“Contemplé a través de los ojos de aquel niño, que la Villa había vuelto a la vida de verdad y que su naturaleza ya no era la fastuosa y rica de antaño de una persona con muchos recursos que había impreso su voluntad en la montaña y creado un lugar maravilloso. La Villa se había convertido en Casa y todo lo que habíamos vivido se purificaba y transmutaba con cada mirada de asombro y honesta felicidad de adultos y niños que pasaban por aquellas habitaciones, que corrían por aquel suelo, que encontraban frescor en verano y calor en invierno.“.
En el anterior episodio de VEP:
Aunque el futuro volvía a estar en nuestro horizonte, como Aventureros y Soñadores de la Vida, Peter y yo todavía teníamos que asumir el último jefe perverso de este loco torbellino de acontecimientos ambivalentes nuestros. Las Ovejas del Cemento.
La primera Oveja de Cemento vino con la escalera de la piscina. Un tesoro ganado en la batalla con la Nada, pero aun así todavía teníamos que excavar para recuperarlo.
Ya que ha empezado a hacer el trabajo, el trabajador trató de jurar que 90 cm eran suficientes para bajar. Peter, al otro lado de la llamada, unos minutos más tarde, tenía otra opinión….
Después de lo que había pasado con la Nada, nuestra victoria sí había transformado la relación profesional con Jorge, sin embargo […] había quedado claro que si nosotros teníamos heridas por esos problemas, nuestra respuesta activa y los contraataques también le habían herido a él.
Las negociaciones fueron duras, pero teniendo en cuenta las batallas pasadas me di cuenta de que si cualquier estrategia tiene que adaptarse a la situación. La primera oveja de cemento fue esquilada y el resultado fue que la oveja pesó menos, el pastor obtuvo lana de cemento y Peter y yo pudimos tener una espléndida escalera de 120 con un chorro de agua incorporado.
Mientras tanto, habiendo terminado el trabajo pesado en la Villa, los chicos de Jorge habían empezado a trabajar en el Gallinero. La transmutación del viejo gallinero fue increíble y los chicos trabajaron sin descanso […] pero cuando llegamos a la terraza trasera nos esperaba la segunda oveja de cemento con ojos dulces y cariñosos, pero algo divertidos.
Menos dulces fueron los ojos de Jorge cuando nos dijo que el hormigón en el presupuesto de atrás era sólo un metro de la casa y el resto quedaría desnivelado. Peter también estaba allí ese día y podemos decir que gracias a él el esquileo fue muy rápido, tanto que las ovejas salieron mareadas.
La terraza se solucionó, pero la tercera oveja de cemento nos cayó encima unos días después, junto con un carísimo horno de leña de un metro de diámetro para tres pizzas o un cordero y medio (las medidas no son inventadas, son las que dijo el fabricante del horno local) lleno de grietas.
Esquilé aquella Oveja de Cemento con el mismo ímpetu con el que Pedro había abordado la segunda y como el horno por dentro estaba intacto, le dije a Jorge que si podía repararlo con el material que el fabricante nos había enviado con urgencia a petición de Pedro, entonces todo estaba bien. Si no, nos compraría otro.
Con la suerte de contar con buenos trabajadores, Jorge ya había reparado estas cosas y se salvó de tener que comprar un horno nuevo. Sin embargo, una tras otra, cada oveja puso a prueba la evolución de todos nuestros diamantes.
El tornado había pasado, pero las fuerzas de todos estaban en decadencia y cuando llegó la cuarta Oveja de Cemento, ninguno de los tres, e incluyo a Jorge en esto, fue capaz de soportar su peso.
¿Conoces a esas grandes ovejas con enormes rizos y ojos duros y enfadados? La tercera oveja era de las que no siguen ni al rebaño ni al pastor. […] No era un mini-jefe, era el Jefe del final del nivel y por mucho que parezca narrado ad hoc, en realidad (ac)cayó exactamente así sobre nosotros.
Frente a la Villa hay, dos pequeñas calles que rodean un jardín central. Una pasa bajo arcos metálicos, la otra en el lado del jardín que da a la piscina. La criatura apareció en forma de hormigón aplastado, con huellas de personas, con formas irregulares y superficiales, con “vómitos” en algunos lugares en el intento infructuoso de tapar agujeros, con cientos de euros de ladrillos artesanales para la chimenea del Gallinero utilizados como soporte de las redes metálicas y con una grieta de casi 20 cm bajo la verja de entrada…
Todo el trabajo realizado en ese momento se había estrellado violentamente contra el barro, los ahorros de dos vidas habían perdido todo su valor, y Pedro y yo estábamos en el suelo, destrozados, sangrando y ahora desprovistos de toda fuerza frente a la última Oveja de Cemento, que nos miraba con los ojos furiosos de un depredador en el cuerpo de una presa.
Peter y yo nos miramos con un dolor tan grande por dentro que era casi imposible de transmitir. Nos enfrentamos al final anticipado de nuestra aventura vital y todo apuntaba a que no sobreviviríamos….
Y ahora, al final de la temporada VEP:
Si nos atenemos a los cánones de cualquier película de acción, quizá de superhéroes, la última escena debería estar llena de ” pathos “, quizá debería estar lloviendo y la luz debería ser tenue o rozar la oscuridad. Al fin y al cabo, es el momento catártico, la noche antes del amanecer, el mal antes del bien. Porque el bien siempre gana.
Sin embargo, VEP no es una película, no es una serie cada vez más cursi en la que los patrones son ya tan familiares que cada cosa nueva es una repetición de lo “ya visto”, a veces sólo con un giro original.
Sin embargo, si así fuera, si todas estas obras fueran simplemente la visión de un autor o de un director de cine, efectivamente lo que ocurrió con la última Oveja de Cemento encajaría perfectamente en cualquier estándar de final de película o de serie.
En esta serie de Aventureros de la Vida Super-vivientes, la batalla final tuvo lugar en un día seco y caluroso, como la mayoría de los veranos. Ese era el problema, el exceso de luz, el exceso de calor siempre han sido enemigos del humano tanto como la espantosa noche y la incapacidad de ver. El peligro de lo desconocido de la noche es tan grande como lo inevitable de lo visible del día.
En VEP, la realidad supera o al menos se aproxima a la imaginación, así que si esperábamos vernos a Pedro y a mí en el suelo, sucios y sangrando, en una tormentosa noche de lluvia, con las ropas empapadas y hechas jirones mostrando la piel desgarrada y los músculos utilizados para derrotar a un enemigo más poderoso que nosotros, la realidad no fue muy diferente.
Era un día abrasador, Peter y yo estábamos emocionalmente agotados, nuestros cuerpos habían sido sometidos a nueve largos meses de estrés inhumano y nuestras mentes habían sido desafiadas en todos los sentidos volviéndose más poderosas estructuralmente pero más débiles energéticamente cada día. Nuestra paciencia se convirtió en un engendro de la naturaleza, más maltratado que un baño en una discoteca el fin de semana.
Delante de nosotros Jorge no estaba en mucha mejor forma, pero siendo objetivamente la causa de muchos de nuestros problemas, incluso mi empatía empezaba a agotarse. Ese era el principal problema, porque la clave de la victoria estaba justo en el recurso más preciado que existe entre los seres humanos y que cada día era más escaso.
La última Oveja de Cemento nos había destrozado y junto con las otras había puesto en jaque todo el proyecto de renovación. Estábamos frente a ella con Jorge y por más que fuera consciente de su error y lo suficientemente honesto como para aceptarlo, no parecía querer hacerlo de la manera correcta.
“La culpa es de las ovejas…”, dijo Jorge disculpándose.
“No, Jorge, dejaste la valla abierta…” contestó Peter a mitad entre el dolor de la traición y el horror ante el hormigón de las rampas y la terraza.
“Y no hay tijeras lo suficientemente grandes para esquilmarlo como los otros…” hice yo, observando los ojos entrecerrados del Boss.
“Hay unas tijeras…”, reveló Jorge a media voz. Sabía que estaba a punto de hacer otra petición sin sentido…. “… Pero tenéis que retenerla vosotros…”
“Lo siento, pero ¿te parecemos pastores?”, respondió Pedro picado. “¿Te parece que has dejado escapar a la oveja más cabreada de tu rebaño y tenemos que esquilarla nosotros?”.
“Pero es demasiado grande para mí…”, se disculpó el constructor con vergüenza en los ojos. Sin embargo, en esa coyuntura no le permitiría llorar sobre el hormigón mal vertido.
“Te dije que tenías que cerrar la valla…”, repliqué duramente, “e incluso cómo manejar las ovejas… ¡aunque no soy pastor!”.
El horrible lecho de hormigón que ensuciaba la rampa, la terraza y el camino de los arcos pedía clemencia como una criatura sufriente nacida de experimentos nazis fallidos. Todo ese hormigón y trabajo desperdiciado, el trabajo de esos chicos frustrado y hundido en el fango por errores previsibles.
Nada más llegar desde la carretera viste la verja volando sobre el asfalto a un palmo de altura y la barra metálica que debía cerrarla apenas alcanzando el hueco para hacerlo. El herrero había tenido que elevarla ridículamente porque la denegación de Jorge de excavar antes de verter el hormigón para nivelar el terreno había hecho que, con el nuevo grosor, la puerta no pudiera abrirse más de un tercio.
Estábamos honestamente furiosos y Jorge estaba igual de honestamente desolado, lo cual, aunque daba cierta satisfacción no ofrecía ninguna solución realista.
Dada la altura del verano, cualquier posible solución se pospuso hasta septiembre. Mientras tanto, la Oveja de Cemento nos miraba cada vez que poníamos un pie o mirábamos esa rampa y se convertía en una pesadilla recurrente mientras el resto de las obras seguían su curso.
Bajo la presión del último error garrafal, el resto del trabajo continuó tranquilamente, pero envuelto en una sorda melancolía. Era como si todos los trabajadores fueran conscientes de que la Oveja de Cemento también había arruinado todo su trabajo. Intenté mantener sus ánimos, pero cada problema se magnificaba involuntariamente con la presencia del Boss y tuve que emplear todas mis fuerzas para mantener las cosas a un nivel súper vivo. No había alternativa porque un solo paso equivocado habría frustrado todos los esfuerzos, creando, en el mejor de los casos, el Frankenstein que había temido desde el principio que despertara en lugar de una Casa Villa El Paraìso Fénix, resucitada de las cenizas.
Con las fuerzas mermadas, Peter y yo iniciamos una larga discusión con Jorge, quien, además, aportó como excusa la duplicación neta del precio del material, lo que habría supuesto una importante pérdida económica para él. Quería ser empático y era la única manera de resolver el asunto, pero después de un mes de espera me di cuenta de que había un límite infranqueable y él lo había superado con creces. Era su turno de ser empático….
“Jorge, la elección es tuya…” le dije, cogiéndole metafóricamente por la solapa. Era consciente de mis heridas y de las de Pedro, así como de las de Jorge, agobiado y machacado por los proveedores que le dañaban a él también.
“Cuando empezamos me dijiste que te gustábamos porque sabías que nuestro proyecto tenía algo extra… ahora mira esto…” Le obligué a mirar cada aspecto realmente bien hecho de lo que había conseguido en la casa, hecho aún más espléndido entonces por el diseño de interiores de Peter.
“Y ahora mira esto…”, le dije, mostrándole el hormigón de mala calidad que había arrastrado una cantidad vergonzosa de nuestro presupuesto.
“Querías que Casa Villa El Paraíso fuera tu tarjeta de presentación para clientes importantes… aquí tienes tu tarjeta de presentación…” le dije seca y duramente, dejándole metafórica y literalmente con tiempo para mirarse en el espejo gris deformado por el calor ante la incapacidad de manejarlo.
La Oveja de Cemento lo observó con resentimiento. Al fin y al cabo, no era más que una oveja de cemento, y el cemento, como todo en este mundo, tiene una forma interior que la habilidad de la persona puede permitirle adoptar. Pero cuando la persona no tiene esa habilidad y no respeta el material (y esto también ocurre con las personas), le imprime su visión deformada de la realidad, creando un monstruo como el que teníamos enfrente.
Jorge cedió y, por primera vez, se encontró decidiendo si seguir de su lado o convertirse en cliente de sí mismo.
“Está bien…”, admitió finalmente después de un largo rato de analizar la situación. “Estaré de vuestro lado…”
“En ‘nuestro’ lado…”, le corregí con convicción. Yo sabía que le estaba forzando y él sabía que nos estaba forzando. El objetivo era la casa y teníamos que conseguirla, pero no podíamos ceder en ese aspecto. No estaba bien, no era nuestra responsabilidad, pero sobre todo al hacerlo habríamos perdido cualquier valor humano de la transmutación que buscaba más allá de la renovación. Tenía que entender que nunca se trataba de un contrato y de un cliente frente a un constructor, tenía que vivir por fin la filosofía que le había convencido al principio de venir a nosotros.
Y finalmente lo hicimos.
Juntos, Pedro controlando desde la distancia, yo conteniendo a la bestia y Jorge enfrentándose a ella a su vez, encontramos la forma de superar el gran problema del cemento y derrotamos al último gran Jefe de la renovación. La Oveja de Cemento encontró una nueva forma gracias a la ayuda de hábiles trabajadores que transformaron los lodos grises en una espléndida rampa de hormigón impreso brillante y sólido. Jorge encontró la paz del alma y el perdón que buscaba, mientras que Pedro y yo conseguimos que la casa resucitara a la forma impresionante que tenía el potencial de ser.
Bajo el viento todavía insistente del Notario y el Registrador a distancia, el sol comenzó a brillar no sólo dentro de nosotros, sino también fuera. El Gallinero tomó forma y los pocos problemas que produjo fueron resueltos por Peter y por mí sin un momento de respiro.
Cada semana la Villa adquiría un nuevo mueble o una nueva decoración, el Gallinero convertía sus dos pisos bajos y agobiantes en una planta abuhardillada donde, resolviendo positivamente un problema de pared, el parapeto se convertía en una librería-galería que permitía a los que dormían en la habitación principal dominar toda la casa con su mirada.
Los muebles encontrados por Peter y reformados por él mismo daban una calidez acogedora pero no excesiva, logrando un equilibrio entre diseño, hospitalidad y habitabilidad.
Las primeras invitaciones empezaron a volar a nuestros amigos, a nuestra familia, y las dos casas, aunque no estaban completas al 100% empezaron a sentir otras vibraciones, además de martillos neumáticos, mazazos o taladros. Objetos llenos de cariño empezaron a adornar la Casa Villa El Paraíso, que de Villa, poco a poco se convirtió en algo más personal, donde el lujo de un ambiente exclusivo y espacioso se convirtió sobre todo en una sensación de calidez para el alma.
Mientras tanto, restauré la vida del jardín e instalé un amplio sistema de riego, al tiempo que protegía las nuevas plantitas lo mejor que podía del calor infernal del verano de 2022.
La piscina se llenó de gente, de color, de risas. Las habitaciones enfriaban los miembros agotados por el calor de Madrid y sus alrededores gracias a las sólidas paredes de roca que contribuían al aislamiento natural, ayudadas por el microclima del lugar que refrescaba mucho por la noche.
Y si la Villa volvía a sonreír tras décadas de desgaste y abandono y el Gallinero mostraba tal cambio de valor que asombraba hasta al más crítico de nuestros amigos.
Seré sincero hasta el final, el final del trabajo no vino con mariposas y rosas. De hecho, aún hoy, un mes después del final, Peter y yo seguimos curándonos de los efectos de estas batallas, algunas de las cuales, como he dicho, aún no han terminado del todo.
Sin embargo, la serie VEP termina con el recuerdo que para mí personalmente hizo que todo este infierno que habíamos pasado fuera un camino duro pero inevitable hacia la felicidad.
Era el hijo de un amigo de un amigo. Un bebé todo huesos, con el pelo corto y lamido hacia arriba y un par de gafas rojas que enmarcan unos ojos inquietos y curiosos. No nos conocíamos, no conocía la casa y llegó en el coche con nuestros amigos visitantes cansado y un poco malhumorado. Se llamaba Héctor (siempre un nombre ficticio) y cuando vio la casa se activó y mostró su naturaleza eléctrica e inquieta.
Al principio se limitó a mirar con sus padres durante la visita que hicimos a la casa. Pero cuando llegamos a la primera planta, donde se encuentra la zona de noche, sus ojos empezaron a brillar. Todo era “wow” acompañado de la mirada incrédula y extasiada de un niño, sencillo y sin mucha infraestructura mental que pudiera aprisionar.
Cuando bajamos empezó a correr con sus amigas por todas las habitaciones y cuando llegó a nosotros al final de la escalera casi saltando con la respiración cortada por la emoción empezó a gritar: ‘Mami mami… quiero quedarme aquí’. Quiero quedarme aquí, ¡ya he elegido la habitación!” Lo dijo con una espontaneidad y un entusiasmo tan naturales que nos hizo reír a todos.
Contemplé a través de los ojos de Héctor, a través de los ojos de aquel niño, que la Villa había vuelto a la vida de verdad y que su naturaleza ya no era la fastuosa y rica de antaño de una persona con muchos recursos que había impreso su voluntad en la montaña y creado un lugar maravilloso. La Villa se había convertido en Hogar y todo lo que habíamos vivido se purificaba y transmutaba con cada mirada de asombro y honesta felicidad de adultos y niños que pasaban por aquellas habitaciones, que corrían por aquel suelo, que encontraban frescor en verano y calor en invierno.
La Casa Villa El Paraìso había cambiado por completo el sueño original que Peter y yo habíamos tenido de escapar de la ciudad para crear un nido de amor natural, pero había adquirido un significado que de alguna manera siempre estuvo de acuerdo con nosotros en todo momento de nuestra historia.
La Casa Villa El Paraíso se había convertido en un templo de la hospitalidad, una fuente de felicidad para las familias y los amigos, y ‘El Gallinero (en El Paraíso)’ un lugar romántico especial para las parejas. A través de la felicidad que traeremos, poco a poco cada herida y cada dificultad se convertirá en el recuerdo de un viaje y cada dificultad, enfrentamiento o Jefe, en una ocasión de agradecimiento a Jorge, Salvador y toda la gente que trabajó allí.
Así que, mientras el primer bello atardecer visto serenamente con los amigos en la terraza de estupendo hormigón a la sombra del gigantesco pino frontal que nos protegía como un cariñoso guardián, hoy os dejo con todas las fotos de la casa y con el enlace a los vídeos para que vosotros también podáis experimentar cómo se ha transmutado este pequeño rincón de Paraíso, aunque inmerso, como todos, en este complejo mundo. Nunca pierdas la esperanza y trata de supervivir lo más posible… no es para unos pocos, todos podemos hacerlo.
Y esperamos estar allí para dejarte con la boca abierta y feliz como lo estaba Héctor ese día.
Si quieres puedes leer más en la web oficial: www.casavillaelparaiso.com. Y si quieres ver el ‘Antes y Después’ exclusivo de la web oficial, consulta la sección ‘Nuestra Historia’… 😉
Con amor, fuerza y buena energía.
Luca y Peter
Finale di Stagione: Gli avventurieri delle ristrutturazioni sognano pecore di cemento? (Parte 2)
“Attraverso gli occhi di quel bambino, vidi che la Villa era tornata davvero alla vita e che la sua natura non era più quella sontuosa e ricca di un tempo di una persona con molte risorse che aveva impresso la sua volontà sulla montagna creando un luogo meraviglioso. La Villa era divenuta Casa e tutto quello che avevamo passato si purifica e si trasmuta con ogni sguardo di stupore e onesta felicità disarmante di adulto e bambino che passeranno per quelle stanze, che correranno su quel pavimento, che troveranno fresco in estate e caldo in inverno.“.
Nel precedente episodio di VEP:
Anche se il futuro era tornato a fare capolino nel nostro orizzonte, come Avventurieri della Vita e Sognatori, Peter e io dovevamo ancora fare i conti con l’ultimo perverso boss di questa nostro pazzo turbinio di vicende ambivalenti. Le Pecore di Cemento.
La prima Pecora di Cemento arrivò con la scala della piscina. Un tesoro vinto nella battaglia con il Nulla, ma anche così dovevamo ancora scavare un po’ per recuperarlo.
Avendo già iniziato a fare il lavoro, l’operaio cercava di giutificare che 90cm erano suffienti per scendere. Peter dall’altro lato della chiamata di pochi minuti dopo aveva un’altra opinione….
Dopo quanto era successo con il Nulla infatti, la nostra vittoria aveva sì trasformato la relazione professionale con Jorge, tuttavia […] era divenuto chiaro che se noi avevamo delle ferite a causa di quei problemi, la nostra risposta attiva e i nostri contrattacchi avevano ferito anche lui.
Le trattative furono dure, ma memore delle battaglie passate compresi che se ogni strategia deve adattarsi alla situazione. La prima Pecora di Cemento venne tosata e il risultato fu che la Pecora pesò meno, che il pastore ottenne lana di cemento e Peter ed io potemmo avere una splendida scala di 120 con getto d’acqua incorporato.
Nel frattempo, avendo terminato i lavori pesanti nella Villa, i ragazzi di Jorge avevano iniziato a lavorare nel Gallinero. La Trasmutazione del vecchio gallinaio era incredibile e i ragazzi lavorano senza sosta […] ma quando quando arrivammo alla terrazza posteriore la seconda Pecora di Cemento ci aspettava con occhietti dolci, affettuosi, ma un po’ divergenti.
Meno dolci erano gli occhi di Jorge quando ci disse che il cemento previsto nel preventivo lì dietro era solo un metro della casa e il resto sarebbe rimasto dissestato. Quel giorno c’era anche Peter e possiamo dire che grazie a lui la tosatura fu molto rapida, tanto che la Pecora ne uscì con i giramenti di testa…
La terrazza era stata risolta, ma la terza Pecora di Cemento ci cadde addosso pochi giorni dopo, assieme a un costosissimo forno a legna di un metro di diametro per tre pizze o un agnellino e mezzo (le misure non sono inventate, sono quelle che diceva il produttore locale del forno) pieno di crepe.
Quella Pecora di Cemento la tosai io con la stessa verve con cui Peter aveva affrontato la seconda e dato che il forno dentro era intatto, dissi a Jorge che se era capace di ripararla con il materiale che il produttore ci aveva mandato urgente su richiesta di Peter, allora tutto a posto. Se no ce ne comprava un altro.
Avendo la fortuna di avere buoni lavoratori, Jorge aveva giá riparato cose del genere e si salvò da dover comprare un forno nuovo. Tuttavia, una dopo l’altra ogni Pecora metteva alla prova ogni nostra evoluzione diamantina.
Il tornado era passato, ma le forze di tutti erano agli sgoccioli e quando arrivò la quarta Pecora di Cemento, nessuno dei tre, e includo Jorge in questo, era in grado di sostenerne il peso.
Avete presente quei pecoroni grossi, con ricci enormi e occhi duri e incazzosi? La terza pecora era una di quelle che non segue né il gregge, né il pastore. […] Non era un mini-boss, era il Boss di fine livello e per quanto sembri narrato ad hoc, in realtá (ac)cadde esattamente in questo modo su di noi.
Di fronte alla Villa ci sono, due stradine che girano attorno a un giardinetto centrale. Una passa sotto degli archi di metallo, l’altro dal lato del giardino che dà alla piscina. La creatura si presentò sotto forma di un cemento spiaccicato, con orme di persone, con forme irregolari e superficiali, con “vomitate” in alcuni punti nel fallimentare intento di tappare buchi, con centinaia di euro di mattoni fatti a mano per il camino del Gallinero usati come sostegno per le reti metalliche e con una fessura di quasi 20 cm sotto il cancello di entrata…
Tutti i lavori fatti in quel momento erano stati sbattuti violentemente nel fango, i risparmi di due vite avevano perso qualunque valore e Peter ed io eravamo al suolo, maciullati, sanguinanti e ormai privi di ogni forza di fronte all’ultima Pecora di Cemento che ci guardava con gli occhi furiosi di un predatore in corpo di preda.
Peter ed io ci guardammo con un dolore così grande dentro da essere quasi impossibile da trasmettere. Eravamo di fronte alla precoce fine della nostra Avventura Vitale e ogni cosa lasciava presagire che non saremmo sopravvissuti…
E ora, nel fine stagione di VEP:
Se dovessimo rispettare i canoni di ogni film di azione, magari di supereroi, l’ultima scena dovrebbe essere piena di “pathos”, magari deve piovere e la luce deve essere fioca o al limite dell’oscurità. Dopotutto si tratta del momento catartico, della notte prima dell’alba, del male prima del bene. Perchè il bene vince sempre.
Tuttavia VEP non è un film, non è una serie sempre più scadente dove i pattern sono ormai così conosciuti da rendere ogni novità una ripetizione del “già visto”, a volte solo con un twist originale.
Se però lo fosse, se tutti questi lavori fossero semplicemente la visione di un autore o di un direttore di cinema, effettivamente quello che accadde con l’ultima Pecora di Cemento entrerebbe perfettamente in qualunque standar di fine film o serie.
In questa serie di Avventurieri della Vita Super-vivienti la battaglia finale avvenne un giorno secco e caldo, come quasi tutta l’estate. Quello era il problema, la luce eccessiva, il calore eccessivo sono sempre stati nemici dell’umano tanto quanto la notte temibile e l’incapacità di vedere. Il pericolo dello sconosciuto della notte è tale e quale l’inevitabilità del visibile del giorno.
In VEP la realtà supera o si accosta per lo meno all’immaginazione, così se ci aspettassimo di vedere me e Peter al suolo, sporchi e sanguinanti, in una notte di pioggia tuonante con vestiti inzuppati e stracciati che mostrano pelle e muscoli lacerati usati per sconfiggere un nemico più potente di noi, la realtà non era troppo diversa.
Era un giorno bollente, Peter ed io eravamo emotivamente prosciugati, i nostri corpi erano stati sottoposti a nove lunghi mesi di uno stress inumano e le nostre menti erano state sfidate in ogni modo divenendo ogni giorno strutturalmente più potenti, ma energeticamente più deboli. La nostra pazienza era uno scherzo della natura, abusata più di un bagno in una discoteca nel fine settimana.
Di fronte a noi Jorge non era messo molto meglio, ma essendo oggettivamente la causa di molti dei nostri problemi, perfino la mia empatia iniziava a scarseggiare. Il problema principale era quello, perchè la chiave della vittoria era giusto nella risorsa più preziosa che esista tra umani e quella che ogni giorno scarseggiava di più.
L’ultima Pecora del Cemento ci aveva distrutti e assieme alle altre avevano messo in scacco l’intero progetto della ristrutturazione. Eravamo di fronte a lei con Jorge e per quanto fosse consapevole del suo errore e sufficientemente onesto da accettarlo, non sembrava volverlo fare nel modo più corretto.
“La colpa è della Pecora…” disse Jorge scusandosi.
“No, Jorge, hai lasciato tu il recinto aperto…” fece Peter a metà tra il dolore di un tradimento e l’orrore per il cemento delle rampe e della terrazza.
“E non ci sono forbici abbastanza grandi da tosarla come le altre…” feci io osservando gli occhi strafottenti del boss.
“Le forbici ci sono…” rivelò Jorge a mezza voce. Sapeva che stava per avanzare un’altra richiesta senza senso… “… ma dovete trattenerla voi…”
“Scusa ma ti sembriamo pastori?”gli rispose Peter piccato “Ti sembra che tu lasci scappare la più grande pecora incazzosa che hai nel gregge e dobbiamo tosarla noi?”
“Ma è troppo grande per me…” si scusava il costruttore con la vergogna nello sguardo. Tuttavia in quel frangente non gli avrei permesso di piangere sul cemento mal versato.
“Ti avevo detto io che dovevi chiudere il recinto…” gli replicai rincarando la dose “E perfino come gestire la pecora… anche se non sono un pastore!”
L’orribile letto di cemento che sporcava la rampa, la terrazza e il percorso degli archi implorava pietà come una creatura sofferente nata da falliti esperimenti nazisti. Tutto quel cemento e quel lavoro sprecato, la fatica di quei ragazzi frustrata e buttata nella melma da errori prevedibili.
Appena arrivavi dalla strada vedevi il cancello che volava sull’asfalto a una spanna di altezza e la sbarra di metallo che doveva chiuderlo che a malapena raggiungeva il buco per farlo. Il fabbro aveva dovuto alzarlo in modo ridicolo perchè il rifiuto di Jorge di scavare prima di buttare il cemento per livellare il terreno aveva fatto sì che, con il nuovo spessore, il cancello non si poteva aprire più di un terzo.
Eravamo onestamente furiosi e Jorge era altrettanto onestamente desolato, cosa che, se da un lato dava un minimo di soddisfazione del “mal comune mezzo gaudio” (che abbiamo visto negli ultimi post, nel 2022 non dovrebbe essere un detto ormai), dall’altro non offriva nessuna soluzione realista.
Data la piena estate qualunque soluzione possibile si rimandò a settembre. Nel frattempo la Pecora di Cemento ci guardava ogni volta che appoggiavamo piede o sguardo su quella rampa e divenne un incubo ricorrente mentre il resto dei lavori continuava a procere.
Sotto pressione dell’ultimo mastodontico errore, il resto dei lavori continuò tranquillo, ma avvolto da una melanconia sorda. Era come se tutti i lavoratori fossero consapevoli che la Pecora di Cemento aveva rovinato anche tutto il loro lavoro. Io cercavo di mantenere gli animi sollevati, tuttavia ogni problema diveniva involontariamente ingigantito dalla presenza del boss e dovetti usare ogni mia forza per mantenere le cose a un livello Super-viviente. Alternativa non c’era perchè un solo passo al di fuori avrebbe vanificato ogni sforzo, creando, nella migliore delle ipotesi quel Frankenstein che fin dall’inizio aveva temuto di risvegliare al posto di una Casa Villa El Paraìso Fenice, resuscitata dalle ceneri.
Con le forze ridotte all’osso, Peter ed io, iniziammo una lunga discussione con Jorge, il quale, oltretutto, portava come scusa il raddopiamento netto del prezzo del materiale che gli avrebbe supposto una perdita economica significativa. Io volevo essere empatico ed era l’unico modo per risolvere la questione, tuttavia dopo un mese di attesa capii che c’era un limite insuperabile e lui lo aveva ampiamente superato. Toccava a lui essere empatico…
“Jorge, la scelta è tua…” gli dissi prendendolo metaforicamente per il bavero. Ero consapevole delle mie ferite e di quelle di Peter, come di quelle di Jorge, compresso e schiacciato da fornitori che stavano danneggiando anche lui.
“Quando abbiamo iniziato mi hai detto che ti piacevamo perchè sapevi che il nostro progetto aveva qualcosa in più… adesso guarda questo…” lo costrinsi a guardare ogni aspetto veramente ben fatto di quello che aveva realizzato nella casa, resa ancor più splendida poi dall’interior design di Peter.
“E ora guarda questo…” gli dissi facendogli vedere il cemento raffazzonato che aveva trascinato nel suolo una quantità vergognosa del nostro budget.
“Volevi che Casa Villa El Paraíso fosse il tuo biglietto da visita per clienti importanti… ecco il tuo biglietto da visita…” gli dissi secco e duro, lasciandolo metaforicamente e letteralmente con il tempo di guardarsi nello specchio grigio deformato dal calore a dall’incapacitá di gestirlo.
La Pecora di Cemento lo osservava con risentimento. Dopotutto era solo una pecora di cemento e il cemento come ogni cosa in questo mondo ha una forma dentro che l’abilitá della persona puó permettergli di assumere. Ma quando la persona non ha quell’abilitá e non rispetta il materiale (e questo succede anche con le persone), imprime la sua deforme visione della realtá su di esso creando un mostro come quello che stavamo affrontando.
Jorge cedette e per la prima volta si trovó a decidere se rimanere dalla sua parte o divenire lui stesso un cliente di se stesso.
“Va bene…” ammise alla fine dopo un lungo tempo di analisi della situazione. “Staró dalla vostra parte…”
“Dalla ‘nostra’…” lo corressi convinto. Sapevo che lo stavo forzando e lui sapeva che stava forzando noi. L’obiettivo era la casa e dovevamo ottenerlo, ma non potevamo cedere su quel fronte. Non era giusto, non era la nostra responsabilitá, ma soprattutto al farlo avremmo perso ogni valore umano di quella Trasmutazione che stavo cercando al di lá della ristrutturazione. Doveva capire che non si era mai trattato di un contratto e di un cliente di fronte a un costruttore, doveva finalmente vivere la filosofia che lo aveva convinto agli inizi a venirci incontro.
E finalmente ci riuscimmo.
Insieme, Peter controllando a distanza, io contenendo la bestia e Jorge affrontandola a sua volta, trovammo il modo di superare il grande problema cemento e sconfiggemmo l’ultimo grande boss della ristrutturazione. La Pecora di Cemento trovó una nuova forma grazie all’aiuto di operai esperti che trasformarono la colata di melma grigia solificata in una splendida rampa di cemento impresso brillante, solido, splendente. Jorge trovò la pace dell’anima e il perdono che cercava mentre Peter ed io riuscimmo a ottenere una resurrezione della casa nella forma strepitosa che la casa aveva il potenziale di avere.
Sotto il vento ancora insistente della Notaia e del Registratore a distanza, il sole inizió a splendere non solo dentro di noi, ma anche fuori. Il Gallinero preser forma e le poche problematiche che produsse le affrontammo Peter ed io senza darci un momento di respiro.
La Villa acquisiva ogni settimana un mobile nuovo o una nuova decorazione, il Gallinero convertiva i suoi due piani bassi e opprimenti in un piano con mansarda dove, positivizzando una problematica di muro, il parapetto divenne una libreria-gallinaio che permetteva a chi dormiva nella stanza principale di dominare l’intera casa con lo sguardo.
I mobili trovati da Peter e ristrutturati da lui diedero un calore accogliente e al tempo stesso non eccessivo, trovando un equilibrio tra design, ospitalità e vivibilità.
I primi inviti iniarono a volare verso i nostri amici, la nostra famiglia, e le due case, pur se non complete al 100% iniziarono a sentire altre vibrazioni, diverse da martelli pneumatici, magli o trapani. Oggetti pieni di affetto iniziarono ad abbellire Casa Villa El Paraíso, che da una Villa, diventava poco a poco qualcosa di più personale, dove il lusso di un ambiente esclusivo e spazioso, si convertiva soprattutto una sensazione di tepore per l’anima.
Io nel frattempo ripristinavo la vita del giardino e installavo un esteso sistema di irrigazione mentre proteggevo le piantine nuove come potevo dal calore infernale dell’estate 2022.
La piscina si riempì di persone, di colori, di risate. Le stanze rinfrescavano membra esauste del calore di Madrid e dintorni grazie alle solide pareti di roccia che contribuivano all’isolamento naturale, aiutate dal microclima del posto che di notte rinfrescava molto.
E se la Villa tornava a sorridere dopo decenni di usura e abbandono, il Gallinero dimostrava un cambio di valore tale da stupire anche i più critici dei nostri amici.
Sarò onesto fino in fondo, la fine dei lavori non giunse con farfalle e rose. In realtà ancora oggi, a un mese dalla fine, Peter ed io stiamo smaltendo gli effetti di queste battaglie, alcune delle quali come vi dicevo, ancora non completamente concluse.
Tuttavia la serie VEP finisce con il ricordo che per me personalmente rese tutto questo inferno che avevamo passato si trattasse di un cammino duro ma inevitabile per creare felicità.
Era il figlio di un’amico di un’amica. Un bamino tutto ossa, con capelli corti leccati verso l’alto e un paio di occhiali rossi che incorniciavano occhi inquieti e curiosi. Non ci conoscevamo, non conosceva la casa e arrivava in macchina con i nostri amici in visita stanco e un po’ di malumore. Il suo nome era Hector (sempre nome fittizio) e quando vide la casa si attivò mostrando il suo carattere elettrico e inquieto.
All’inizio si limitò a osservare con i suoi genitori durante il tour che facevamo della casa. Poi però quando arrivammo al primo piano, dove si trova la zona notte, i suoi occhi iniziarono a splendere. Era tutto un “wow” accompagnato dallo sguardo incredulo ed estasiato di un bambino, semplice e privo di molte infrastrutture mentali che potessero imprigionarlo.
Quando scendemmo iniziò a correre con le sue amiche per tutte le stanze e quando ci raggiunse al fondo delle scale quasi salatando con il respiro tagliato dall’eccitazione si mise a urlare: “Mamma mamma… voglio restare qui. Voglio restare qui, ho già scelto la stanza!” Lo disse con una spontaneità e un entusiasmo così naturale che ci fece ridere tutti.
Ecco attraverso gli occhi di Hector, attraverso gli occhi di quel bambino, vidi che la Villa era tornata davvero alla vita e che la sua natura non era più quella sontuosa e ricca di un tempo di una persona con molte risorse che aveva impresso la sua volontà sulla montagna creando un luogo meraviglioso. La Villa era divenuta Casa e tutto quello che avevamo passato si purifica e si trasmuta con ogni sguardo di stupore e onesta felicità disarmante di adulto e bambino che passeranno per quelle stanze, che correranno su quel pavimento, che troveranno fresco in estate e caldo in inverno.
Casa Villa El Paraìso aveva cambiato completamente il sogno originale che avevamo avuto Peter ed io di fuggire dalla città per creare un nido d’amore naturale, ma era assunto un significato che in qualche modo ci ha sempre trovati d’accordo in qualunque momento della nostra storia.
Casa Villa El Paraìso era divenuta un tempio di ospitalità, una fonte di felicità per famiglie e amici e il “El Gallinero (en El Paraiso)” un luogo speciale romantico per coppie. Attraverso la felicità che porteremo, poco a poco ogni ferita e ogni difficoltà diverranno il ricordo di un cammino e ogni difficoltá, scontro o Boss, in un’occasione di riconoscenza verso Jorge, Salvador e tutte le persone che ci lavorarono .
Per cui, mentre il primo bel tramonto visto serenamente con amici sulla terrazza di cemento stupendo all’ombra del gigante pino frontale che ci proteggeva come un guardiano amorevole, oggi vi lascio con tutte le foto di casa e con il link ai video per vivere anche voi come si é trasmutato questo piccolo angolo di Paraìso pur se immersi, come tutti, in questo mondo complesso. Non perdete mai la speranza e cercate di Super-vivere il più possibile… non è cosa per pochi, tutti possiamo farlo.
E speriamo di potervi ospitare per lasciarvi a bocca aperta e felici come Hector quel giorno.
Se volete potete leggere di più sul sito ufficiale: www.casavillaelparaiso.com. E se volete vedere i “Prima e Dopo” in esclusiva per il sito internet ufficiale, controllate la sezione “Nuestra Historia”… 😉
Con affetto, forza e buona energia.
Luca & Peter
Season Finale: Do renovation Adventurers dream of Concrete Sheeps? (Part 2)
“Through that child’s eyes, I saw that the Villa had really come back to life and that its nature was no longer the lavish and rich nature of the past of a rich person who had imprinted his will on the mountain creating a wonderful place. The Villa had become a Home and everything we had gone through would be purified and transmuted with every look of amazement and honest disarming happiness of adult and child who would pass through those rooms, who would run on that floor, who would find cool in summer and warm in winter.“.
In the previous episode of VEP:
Even though the future was back on our horizon as Life Adventurers and Dreamers, Peter and I still had to deal with the last perverse boss of this crazy whirlwind of ambivalent events happening to us. The Concrete Sheep.
The first Concrete Sheep came with the pool ladder. A treasure won in the battle with the Nothing, but even so we still had some digging to do to retrieve it.
Having already begun to do the work, the worker was trying to swear that 3-feet was suffient to go down. Peter on the other end of the call a few minutes later had a different opinion….
After what had happened with the Nothing in fact, our victory had indeed transformed the professional relationship with Jorge, however […] it had become clear that if we had wounds because of those problems, our active response and counterattacks had wounded him as well.
Negotiations were tough, but mindful of past battles I understood that if any strategy must adapt to the situation. The first Concrete Sheep was sheared, and the result was that the Sheep weighed less, the shepherd got concrete wool, and Peter and I could have a splendid 4-feet ladder with built-in water jet.
Meanwhile, having finished the heavy work in the Villa, Jorge’s boys had begun work in the Gallinero. The Transmutation of the old Gallinero was incredible and the boys worked nonstop […] but when we arrived at the back terrace the second Concrete Sheep was waiting for us with sweet, affectionate, but somewhat divergent eyes.
Less sweet were Jorge’s eyes when he told us that the concrete in the estimate back there was only one meter of the house and the rest would remain uneven. Peter was also there that day, and we can say that thanks to him the shearing was very quick, so much so that the Sheep came out dizzy….
The terrace had been fixed, but the third Concrete Sheep fell on us a few days later, along with a very expensive 3-foot diameter wood-fired oven for three pizzas or a lamb and a half (the measurements are not made up, they are what the local oven manufacturer said) full of cracks.
I sheared that Concrete Sheep with the same verve with which Peter had faced the second one, and since the oven inside was intact, I told Jorge that if he was able to repair it with the material the manufacturer had sent us urgently at Peter’s request, then all was well. If not, he would buy us another one.
Being fortunate enough to have good workers, Jorge had already repaired such things and was saved from having to buy a new oven. However, one after another each Sheep tested our every diamond evolution.
The tornado had passed, but everyone’s strength was on its last legs, and when the fourth Cement Sheep arrived, none of the three, and I include Jorge in this, were able to support its weight.
You know those big sheep with huge curls and hard, pissed-off eyes? The third sheep was one of those that follows neither the flock nor the shepherd. […] It was not a mini-boss, it was the Boss at the end of the level, and as much as it seems narrated ad hoc, it actually happened exactly that way to us.
In front of the Villa are two small streets that go around a small central garden. One passes under metal arches, the other on the side of the garden facing the pool. The creature came in the form of a squashed concrete, with footprints of people, with irregular and superficial shapes, with “vomit” in some places in the unsuccessful intent of plugging holes, with hundreds of euros of handmade bricks for the Gallinero chimney used as support for the wire mesh, and with a crack of almost 20 cm under the entrance gate…
All the work done at that time had been slammed violently into the mud, the savings of two lives had lost any value, and Peter and I were on the ground, mangled, bleeding, and now bereft of all strength in the face of the last Cement Sheep looking at us with the furious eyes of a predator in a prey body.
Peter and I looked at each other with a pain so great inside that it was almost impossible to communicate. We were facing the early end of our Vital Adventure and everything suggested that we would not survive….
And now, in VEP season finale:
If we were to adhere to the canons of any action movie, perhaps a superhero movie, the last scene should be full of “pathos,” maybe it should be raining and the light should be dim or borderline dark. After all, it is about the cathartic moment, the night before the dawn, the evil before the good. Because good always wins.
However, VEP is not a movie, nor is it an increasingly cheesy series where the patterns are now so familiar that every new thing is a repetition of the “already seen,” sometimes only with an original twist.
If it were, however, if all this renovation were simply the vision of an author or film director, indeed what happened with the last Cement Sheep would fit perfectly into any standard of the end of a film or series.
In this series of Super-living Life Adventurers the final battle took place on a dry, hot day, like most of the summer. That was the problem, excessive light, excessive heat have always been enemies of the human as much as the dreaded night and the inability to see. The danger of the unknown of night is such and such as the inevitability of the visible happenings of day.
In VEP, reality surpasses or at least approaches the imagination, so if we expected to see Peter and me on the ground, dirty and bleeding, in a thundering rain night with drenched and tattered clothes showing torn skin and muscles used to defeat an enemy more powerful than ourselves, the reality was not too different.
It was a boiling day, Peter and I were emotionally drained, our bodies had been subjected to nine long months of inhuman stress, and our minds had been challenged in every way by becoming structurally more powerful but energetically weaker every day. Our patience was a freak of nature, abused more than a weekend bathroom at a disco.
In front of us Jorge was not much in better shape, but being objectively the cause of many of our problems, even my empathy was beginning to run low. That was the main problem, because the key to victory was right in the most valuable resource that exists among humans and the one that was becoming more scarce every day.
The last Concrete Sheep had destroyed us and together with the others had put the entire renovation project in jeopardy. We were standing in front of her with Jorge, and as much as he was aware of his mistake and honest enough to accept it, he did not seem to want to do it the right way.
“The Sheep is to blame,” said Jorge apologetically.
“No, Jorge, you left the fence open…” replied Peter halfway between the pain of betrayal and the horror of the concrete of the ramps and terrace.
“And there are no scissors big enough to shear it like the others,” I remarked, observing the boss’s cocky eyes.
“There are scissors…” revealed Jorge in a half-voice. He knew he was about to make another meaningless request…. “…but you have to hold it back…”
“I’m sorry but do we look like shepherds to you? “Peter answered him sharply “Does it look like you let the biggest pissed off sheep you have in the flock get away and we have to shear it?”
“But it’s too big for me…” the builder apologized with shame in his gaze. However at that instance I would not allow him to cry over the badly poured concrete.
“I told you that you had to close the fence…” I replied to him reinforcing the message “And I even told you how to handle the sheep…even though I’m not a shepherd!”
The horrible concrete bed that littered the ramp, terrace and path of the arches begged for mercy like a suffering creature born of failed Nazi experiments. All that concrete and labor wasted, the toil of those boys frustrated and thrown into the mud by predictable mistakes.
As soon as you came in from the road you saw the gate flying over the concrete a span high and the metal bar that was supposed to close it barely reaching the hole to do so. The blacksmith had had to raise it ridiculously high because the refusal of Jorge to dig before throwing in the concrete to level the ground had meant that, with the new thickness, the gate could not open more than a third of the way.
We were honestly furious and Jorge was just as honestly desolate,but he didn’t offered any realistic solution.
Given the height of summer any possible solution was postponed until September. In the meantime, the Concrete Sheep stared at us every time we placed foot or gaze on that ramp and became a recurring nightmare as the rest of the work kept on.
Under pressure from the last mastodonic mistake, the rest of the work continued quietly, but shrouded in a dull melancholy. It was as if all the workers were aware that the Concrete Sheep had ruined all their work as well. I was trying to keep the spirits uplifted, however every problem became unintentionally magnified by the boss’s presence and I had to use all my strength to keep things at a Super-living level. There was no alternative because a single step outside would have annihilated all efforts, creating, at best, the Frankenstein that from the beginning we had feared to awaken in place of a Phoenix-like Casa Villa El Paraìso, resurrected from the ashes.
With strength stretched to the bone, Peter and I, began a long discussion with Jorge, who, moreover, brought as an excuse the net doubling of the price of the material that would have supposed him a significant economic loss. I wanted to be empathetic and it was the only way to resolve the issue, however after a month of waiting I realized that there was an insurmountable limit and he had far exceeded it. It was his turn to be empathetic….
“Jorge, the choice is yours,” I told him, metaphorically taking him by the lapel. I was as aware of my own wounds and Peter’s as I was of Jorge’s, compressed and crushed by providers who were damaging him as well.
“When we started you told me you liked us because you knew our project had something extra…now look at this…” I forced him to look at every really well-done aspect of what he had accomplished in the house, made even more gorgeous then by Peter’s interior design.
“And now look at this…” I told him, showing him the horrible concrete that had dragged a shameful amount of our budget into the ground.
“You wanted Casa Villa El Paraíso to be your business card for important clients…here’s your business card…” I told him dryly and harshly, leaving him metaphorically and literally with time to look at himself in the gray mirror warped by heat at the inability to handle it.
The Concrete Sheep watched him resentfully. After all, it was just a concrete sheep, and concrete, like everything in this world has a shape inside that the person’s skill can allow it to take. But when the person does not have that skill and does not respect the material (and this happens with people as well), it imprints its deformed view of reality on it creating a monster like the one we were facing.
Jorge relented and for the first time found himself deciding whether to stay on his side or become a client of himself.
“All right…” he finally admitted after a long time of analyzing the situation. “I’ll be on your side…”
“On ‘our’ side…” I corrected him with conviction. I knew I was forcing him and he knew he was forcing us. The goal was the house and we had to get it, but we couldn’t give in on that front. It wasn’t right, it wasn’t our responsibility, but more importantly at doing so we would lose any human value of that Transmutation I was looking for beyond the renovation. He had to understand that this was never about a contract and a client in front of a builder, he had to finally live the philosophy that had convinced him in the beginning to come to us.
And we finally did.
Together, Peter controlling from a distance, me containing the beast and Jorge confronting it in turn, we found a way to overcome the big concrete problem and defeated the last big renovation boss. The Concrete Sheep found a new form with the help of skilled workers who transformed the solified gray slime flow into a beautiful ramp of bright, solid, shining imprinted concrete. Jorge found the peace of soul and forgiveness he sought while Peter and I were able to achieve a resurrection of the house into the resounding form the house had the potential to be.
Under the still insistent wind of the Notary and the Recorder, the sun began to shine not only within us, but also outside. The Gallinero took shape and the few issues it produced Peter and I dealt with them without giving ourselves a moment’s breathing space.
Every week the Villa acquired a new piece of furniture or a new decoration, the Gallinero converted its two low and oppressive floors into a floor with an attic where, by positively resolving a wall problem, the parapet became a bookcase-gallery that allowed those who slept in the main room to dominate the entire house with their gaze.
The furniture found by Peter and refurbished by him gave a cozy yet not excessive warmth, striking a balance between design, hospitality, and livability.
The first invitations began to fly to our friends, our family, and the two houses, though not 100 percent complete began to feel other vibrations, other than jackhammers, mallet hammers, or drills. Objects full of affection began to decorate Casa Villa El Paraíso, which from a Villa, gradually became something more personal, where the luxury of an exclusive and spacious environment, was converted above all to a feeling of warmth for the soul.
I meanwhile restored the life of the garden and installed an extensive irrigation system while protecting new seedlings as best I could from the hellish heat of summer 2022.
The pool filled with people, with color, with laughter. The rooms refreshed people exhausted by the heat of Madrid and its surroundings thanks to the solid rock walls that contributed to the natural insulation, helped by the microclimate of the place that cooled a lot at night.
And if the Villa was smiling again after decades of wear and tear and neglect, the Gallinero showed such a change in value that it amazed even the most critical of our friends.
I will be honest to the end, the end of the work did not come with butterflies and roses. In fact even today, with one month to the end, Peter and I are still working off the effects of these battles, some of which as I told you, are still not completely over.
However, the VEP series ends with the memory that for me personally made all this hell we had been through a hard but inevitable path to creating happiness.
He was the son of a friend of a friend. An all-bones baby, with short hair licked upward and a pair of red glasses framing restless, curious eyes. We didn’t know each other, he didn’t know the house, and he arrived in the car with our visiting friends tired and a little moody. His name was Hector (always a fictitious name) and when he saw the house he became active showing his electric and restless nature.
At first he just observed with his parents during the tour we took of the house. But then when we got to the second floor, where the sleeping area is located, his eyes began to shine. It was all “wow” accompanied by the incredulous and ecstatic look of a child, simple and without much mental infrastructure that could imprison him.
When we came downstairs he started running with his friends through all the rooms and when he reached us at the bottom of the stairs almost salivating with his breath cut off by excitement he started screaming, “Mommy Mommy…I want to stay here. I want to stay here, I have already chosen the room!”. He said it with such natural spontaneity and enthusiasm that it made us all laugh.
In that moment, through Hector’s eyes, through that child’s eyes, I saw that the Villa had really come back to life and that its nature was no longer the lavish and rich nature of the past of a rich person who had imprinted his will on the mountain creating a wonderful place. The Villa had become a Home and everything we had gone through would be purified and transmuted with every look of amazement and honest disarming happiness of adult and child who would pass through those rooms, who would run on that floor, who would find cool in summer and warm in winter.
Casa Villa El Paraìso had completely changed the original dream Peter and I had of escaping the city to create a natural love nest, but it had taken on a meaning that somehow always agreed with us at any time in our history.
Casa Villa El Paraìso had become a temple of hospitality, a source of happiness for families and friends, and the “El Gallinero (en El Paraiso)” a special romantic place for couples. Through the happiness we will bring, little by little every wound and every difficulty will become the memory of a journey and every difficulty, clash or Boss, in an occasion of gratitude to Jorge, Salvador and all the people who worked there .
So, while the first beautiful sunset seen serenely with friends on the terrace of stupendous concrete in the shadow of the giant frontal pine that protected us like a loving guardian, today I leave you with all the photos of the house and with the link to the videos so that you too can experience how this little corner of Paraìso has transmuted even though immersed, like everyone else, in this complex world. Never lose hope and try to Super-live as much as possible…it is not for a few, we all can do it.
And we hope to host you to leave you speechless and happy like Hector that day.
If you want you can read more on the official website: www.casavillaelparaiso.com. And if you want to see the “Before and After” exclusive to the official website, check out the “Nuestra Historia” section… 😉
Love, strength and good energy.
Luca & Peter
Casa Villa El Paraíso – Exterior

























Casa Villa El Paraíso – Interior































































El Gallinero (en El Paraíso) – Exterior











El Gallinero (en El Paraíso) – Interior
























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“Super-Viv(i)ente“, Gruppo Albatros, Roma 2020. (Libreria: Italia, España, UK)
“Kratimus: Il Seme di Luce“, LucaPovoleri.com, Milano, 2018. (Seconda edizione. Non disponibile)
“Kratimus: La chiave dei Sette Cieli”, LucaPovoleri.com, Milano, 2017. (Seconda edizione. Non disponibile)
“Kratimus: Il Passo delle Stelle”, LucaPovoleri.com, Milano, 2015. (Terza edizione)
“La Creatividad en tu empresa. Como fluir en ti mismo y alcanzar tus objetivos empresariales.”, Embajada de Marca, Albacete 2016
“Il telefono cellulare: tra tecnofilia e dipendenza” Sarno-Prunas-Povoleri, “Psicotech” 2 (IV), 2006, Editorial Franco Angeli

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