[VEP] 0104 – No te des por vencido! 🇪🇸+🇮🇹+🇺🇸

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No te des por vencido!


“En poco más de diez líneas de whatsapp se dio el primer paso fundamental hacia la cima de la montaña. Sabíamos que, independientemente del efecto real que pudiera tener, algo en esa mezcla de emoción y razón era absolutamente perfecto para la situación. Pero sobre todo sabíamos que en esas palabras estaba todo lo que teníamos. Era todo o nada. Y el todo estaba allí.”.

La fría placa metálica estriada que tenía en la palma de la mano estaba a punto de dejar una marca indeleble en mi carne. Un hilo de tinta había sellado el trato. Me gustaría decir que tenía el corazón en la garganta, que sudaba frío o que cualquiera de mis otras funciones homeostáticas corporales se habían visto alteradas por la firma. Me gustaría sentirme más humano, como en las películas cuando la banda sonora sube de volumen o de ritmo, transmitiendo la falsa sensación de que ante los acontecimientos importantes nuestro cuerpo responde de forma conmovedora y significativa. Sin embargo, todo se resolvió con un papel firmado en el capó de un coche frente a lo que… y aquí sì que siento el nudo en la garganta, después, al escribirlo… frente a lo que sería nuestra primera casa de verdad. Las lágrimas no esparcidas se difuminan en la emoción ausente del momento. Sólo recuerdo que me volví hacia Peter, que estaba de pie frente a la puerta. No nos dijimos nada, no queríamos emocionarnos demasiado delante de Juan, Francisco y Jaime que nos habían acompañado ese día.

El pacto era firme, una copia de las llaves en mis manos, una transferencia improvisada para quitar los anuncios. Lo habíamos conseguido, Villa El Paraíso se estaba convirtiendo en Casa.

Nos despedimos de nuestros anfitriones y nos quedamos delante de la puerta esperando a que los dos coches se marchasen. Entonces nos besamos. Exaltados. Aterrorizados. Profundamente enamorados. Espero que tanto el uno para el otro como para la hermosa casa. Por un momento nos quedamos mirando desde fuera. Era la tercera vez que veíamos esa puerta.

La primera vez la habíamos dejado de camino al pueblo después de la primera visita para ver dónde estaban nuestros corazones y pensamientos. Ese día habíamos recibido una llamada. Del cielo, quizás, pero definitivamente de la tierra. Recordaré esa carrera contra el tiempo que había comenzado dos semanas antes como si fuera ayer durante el resto de mi vida.

El pueblo era uno de los clásicos pueblos de la España Vaciada. Sin embargo, lo que se ha convertido en un pequeño pueblo de menos de 100 habitantes, con sólo dos bares y una farmacia, tuvo en otro tiempo un brillante pasado de gloria artística aún marcado en las fachadas de las casas. En los años 80, uno de los habitantes del pueblo, que había trabajado toda su vida para una compañía aérea, invitó a artistas de todas las partes del mundo a las que había viajado a pintar las casas del pueblo. Incluso ese día (y después) quedaron decenas de obras de arte callejera en las casas, con contenido místico, natural, de ciencia ficción, abstracto. Una maravilla que se podía ver desde la calle principal, la cual era una pequeña carretera de cien metros que sube y baja del centro de la ciudad en menos de 20 segundos en coche. Sin embargo, el pueblo tenía algo mágico …. La pequeña plaza central con una alta farola, el ayuntamiento junto a la iglesia. Edificios altos, de piedra clara, podría decirse que son imponentes, aunque de tamaño relativamente modesto.

Sentíamos un aire de vida en esa plaza. El sol había vuelto a brillar tras la improvisada lluvia de granizo y los pocos ciudadanos que había frente al único bar abierto en ese momento nos miraban con una mezcla de desconfianza, curiosidad y una pizca de agresividad. Cuando vimos la alcantarilla pintada con un arcoiris descartamos la primera posible razòn, desgraciadamente más desagradable, asì que pensamos que quizás no les gustaban los extranjeros, pero no nos preocupamos. Es normal que en un pueblo se le tenga rechazo a la gente de la ciudad desconocida. En cambio, Francisco y Juan nos habían tratado con naturalidad, así que armamos nuestras más brillantes sonrisas y, saludando a la gente cerca del bar, entramos.

Pedimos algo.

“Vale… es preciosa…”

“Es un sueño”.

“Pero cuesta demasiado…”

“Es demasiado cara…”

“Pero es preciosa…”

Nos reímos frente a nuestras cocacolas.

“El jardín es… wow….”, dije, sin poder contener la emoción que me provocaba aquella tierra llena de vida.

“Pues sí… me dio la misma sensación que cuando encontramos la villa para la boda“.

Magia. No lo dije. Pero ambos lo sabíamos.

“Tenemos que intentarlo… nos lo debemos a nosotros mismos. Ahora pensaré en un mensaje para enviárselo al dueño y lo miras tu”, propuse, terminando la bebida burbujeante tan rápido que casi me quedé helado.

“¡Bien!”, respondió Peter de forma proactiva.

Peter es el que puede lograr milagros hablando con la gente. Yo con la comunicación y la planificación estratégicas. Y cuando nos juntamos sentimos que nos aportamos valor.

De camino a casa, mientras Peter conducía, volvimos a hablar de la villa. No podíamos permitírnoslo, poco podíamos hacer. No hay ninguna convicción capaz de crear dinero en el banco. Sin embargo, como Aventureros de la Vida, cada uno a lo suyo, ambos sabíamos que hay caminos paralelos a los que te dicen que existen. Los habíamos recorrido, por separado y juntos. Encontrarlos, sin embargo, no era sencillo, y el atajo secreto que nos llevaría a poder comprar esa casa era al menos uno de esos senderos sinuosos que suben por la montaña al borde de un precipicio con un mar atronador cientos de metros por debajo y olas rugientes que chocan contra la roca en explosiones chisporroteantes. Un paso en falso y era el fin.

Cuando llegué a casa le enseñé el mensaje que le había escrito a Peter durante el viaje. Levantó la vista de su teléfono móvil y me miró con una media sonrisa entre complacido y maravillado. Fue una de las pocas veces que le gustó desde el primer borrador. Como escritor, para mí una buena frase es larga, densa y contundente, casi indigerible para quien no haya vivido al menos un poco en el mundo pre-digital o no tenga una especial facilidad para leer. Sin embargo, ese mensaje salió perfecto. Corrigió un par de puntos para hacerlo más “español”, y luego lo releímos juntos. En poco más de diez líneas de whatsapp se dio el primer paso fundamental hacia la cima de la montaña. Sabíamos que, independientemente del efecto real que pudiera tener, algo en esa mezcla de emoción y razón era absolutamente perfecto para la situación. Pero sobre todo sabíamos que en esas palabras estaba todo lo que teníamos. Era todo o nada. Y el todo estaba allí.

Enviamos el mensaje y decidimos abandonar el teléfono móvil para no obsesionarnos con la espera de una respuesta. Cenamos y nos fuimos a dormir.

Al día siguiente, el silencio al otro lado del mensaje y un doble tick azul nos pararon el corazón. Lo habíamos intentado, pero después de todo sabíamos que era imposible. No perdimos la esperanza, pero empezamos el día sin buscarla.

A las 9.30 Peter me envió una captura de pantalla desde el estudio. No fue un sí, no fue un no, pero nos dijeron que volviéramos a visitar la casa para hablar con Jaime, el dueño.

No podíamos creerlo. Para los que no llevan años buscando casa como nosotros, les explicaré cómo funciona REALMENTE el mundo inmobiliario. La casa vale mucho (normalmente mucho más que el valor real). Vas a verla, pero inevitablemente quedas en segundo lugar aunque hayas llamado al minuto uno del anuncio y la primera persona ya la ha comprado. La ves, todavía puedes hacer una oferta, pides rebajar un poco y te dicen que se lo van a pensar, luego te llaman que ya lo han vendido a precio pleno. No hay margen de tratativa. SI, y repito SI, la casa tiene defectos absolutamente impracticables, suele quedarse sin venderse durante años y conseguir una negociación (incluso iniciar una) es básicamente imposible. Normalmente todo el mundo espera y ve si puede vender aunque sea imposible. Inhumano.

Esta vez no fue diferente, pero creo que de alguna manera Francisco sintió esa sensación que nosotros también sentimos con la casa. Sólo por eso le transmitió nuestro mensaje a Jaime. El primer escalón se había colocado en el suelo. Sólo faltan 12349 pasos….

La segunda vez que vimos la puerta de Villa El Paraíso nos encontramos con Jaime. Era un hombre con el rostro ahuecado por el trabajo duro, pero al mismo tiempo, detrás de su mirada cansada, había una expresión de desafío a la vida, de quien no se abate con el cansancio, sino que crea su propio paraíso con lo que tiene. Le saludamos a él, a Francisco, a Juan y a una cuarta persona, Ángel, el dueño de una empresa de construcción con sede cerca de allí que nos iba a dar un presupuesto para las obras de reforma.

Fue una charla larga, pero demasiado optimista, un poco manipuladora en realidad, lo que inicialmente nos desmotivó. Sin embargo, cuando terminó, algo dentro de nosotros cambió. El mensaje que habíamos enviado no abría ese camino y todos lo sabíamos. No estábamos allí para que se burlara de nosotros alguien que cree que se dirige a personas desinformadas. Teníamos cierta experiencia en obras, en nuestro campo estamos bastante solicitados, no éramos los primeros en llegar y sabíamos, o al menos yo lo sabía, que después del mensaje que habíamos enviado ellos también lo sabían. El desánimo se convirtió en fastidio, así que nos plantamos frente al pequeño grupo y repetimos nuestro mantra.

Aquí, como en algunas películas, haré algo que no debería hacer y que siempre he odiado como recurso narrativo: imaginarnos hablando, pero que el sonido de lo que decimos se pierde en una ráfaga de viento, el ladrido de perros de caza lejanos o el rugido del motor de una moto pasando a toda velocidad. Lo que dijimos está en el centro de cómo se produjo el milagro, algo fuera de toda norma. Hablamos, superamos la fachada de la cortesía tocando el límite entre lo honesto y lo hostil, y llegamos al momento de la decisión del propietario. El terreno era fértil, sólo había que dar ese segundo paso y sólo el propietario podía hacerlo.

Al principio de este texto dije que el pacto estaba sellado por la tinta del papel, pero no fue exactamente así. La mirada de Jaime se despejó y por primera vez en esa segunda visita comenzamos a vernos a los ojos. Los deseos, las expectativas, los sueños de los unos y de los otros comenzaron a condensarse en un acontecimiento real, fáctico, VITAL. Fue en ese momento, cuando más allá de las mentiras sub-vivientes de este mundo, nos dimos cuenta de que se trataba de una Acción para los dos. Fue allí donde llegamos a un acuerdo muy especial, algo que nunca pensé se pudiera realizar.

Como buen italiano que soy, el pacto se estrechó con la mano del propietario. Fue un gesto de respeto mutuo, de honor y un acuerdo virtuoso lleno de gratitud. Es raro encontrarlo en este mundo, pero lo producimos y lo encontramos.

La tercera vez que vimos la puerta firmamos el acuerdo. Y mientras entrábamos en nuestra casi casa-villa haciendo vídeos y riéndonos como tontos, las nubes de tormenta empezaron a acumularse sobre la montaña. La hora de la magia se acercaba, pero el precio a pagar, los Aventureros de la Vida lo sabemos, no es barato. Estábamos a punto de descubrir que para llegar a Paraíso, el camino comenzaba mucho más abajo de lo que imaginábamos…

(Continuará…)



Non mollare!


“In poco più di una decina di righe di whatsapp c’era il primo fondamentale passo verso la cima del monte. Sapevamo che, a prescindere dal reale effetto che avrebbe potuto ottenere, qualcosa in quel misto di emozione e ragione era assolutamente perfetto per la situazione. Ma soprattutto sapevamo che in quelle parole c’era tutto quello che avevamo. Era tutto o niente. E il tutto era lì.”.

La fredda placchetta di metallo zigrinata stretta nel mio palmo stava per lasciare un segno indelebile nella mia carne. Un filo di inchiostro aveva sigillato il patto. Mi piacerebbe dire che avevo il cuore in gola, che stavo sudando freddo o che qualunque altra mia funzione omeosteatica corporale fosse stata alterata dalla firma. Mi farebbe piacere sentirmi più umano, come nei film quando la colonna sonora impenna in volume o ritmo trasmettendo la falsa sensazione che di fronte ad eventi importanti il nostro corpo risponde in modo struggente e significativo. Eppure tutto si risolse con un pezzo di carta firmato sul cofano di una macchina di fronte a quella che, e qui sì che sento il groppo in gola, dopo, scrivendolo… di fronte a quella che sarebbe stata la nostra prima vera casa. Le lacrime non piante si confondono nella commozione assente del momento. Mi ricordo solo che mi girai verso Peter che stava di fronte al cancello. Non ci dicemmo nulla, non volevamo essere troppo emotivi di fronte a Juan, Francisco e Jaime che ci avevano accompagnato quel giorno.

Il patto era stretto, una copia delle chiavi nelle mie mani, un bonifico estemporaneo per fermare gli annunci. Ce l’avevamo fatta, la Villa El Paraíso stava divenendo Casa.

Salutati i nostri anfitrioni rimanemmo di fronte al cancello aspettando che le due macchine se ne andassero. Poi ci baciammo. Esaltati. Terrorizzati. Profondamente innamorati. Spero tanto l’uno dell’altro quanto per la splendida casa. Per un attimo rimanemmo a osservarla dall’esterno. Era la terza volta che vedevamo quel cancello.

La prima volta lo avevamo lasciato per andare diretti al paesino dopo la prima visita per capire dove erano i nostri cuori e i nostri pensieri. Quel giorno avevamo ricevuto una chiamata. Dal cielo, forse, ma sicuramente dalla terra. Mi ricorderò quella corsa contro il tempo che era iniziata due settimane prima come se fosse ieri per tutta la vita.

Il paesino era uno dei classici borghi della Spagna Svuotata (NDR: il fenomeno di spopolazione dei paesini e migrazione verso la città). Tuttavia quello che era divenuto un paesino di meno di 100 abitanti con solo due bar e una farmacia, un tempo aveva avuto un passato fulgido di gloria artistica ancora marcato sulle facciate delle case. Negli anni ’80 uno degli abitanti del paese che aveva lavorato tutta la vita per una compagnia aerea, invitò artisti da tutte le parti del mondo dove aveva viaggiato per dipingere le case del paese. Ancora quel giorno (e dopo) decine di opere d’arte di strada erano rimaste sulle case, con contenuti mistici, naturali, fantascientifici, astratti. Una meraviglia che si vedeva dalla strada principale, una stradina di un centinaio di metri che saliva e scendeva percorrendo il centro cittadino in meno di 20 secondi in macchina. Tuttavia il borgo aveva un chè di magico… La piazzetta centrale con un alto lampione, il comune accanto alla chiesa. Edifici alti, di pietra color terra chiara, possenti potrei dire pur se con dimensioni relativamente modeste.

Avevamo sentito aria di vita in quella piazza. Il sole era tornato a splendere dopo la grandinata estemporanea e i pochi cittadini di fronte all’unico bar aperto in quel momento ci guardavano con un misto di diffidenza, curiosità e una punta di aggressività. Quando vedemmo il tombino dipinto con un arcobaleno escludemmo la prima purtroppo più antipatica possibile ragione di tale sentimento, poi pensammo che forse non amavano gli stranieri, ma non ci preoccupammo. E’ normale in un paese temere la gente di città sconosciuta. Invece Francisco e Juan ci avevano trattato con naturalezza, per cui armammo il nostro più splendente sorriso e, salutando la gente vicino al bar, entrammo.

Ordinammo.

“Ok… è splendida…”

“E’ un sogno.”.

“Ma costa troppo…”

“Costa troppo…”

“Però è splendida…”

Ridemmo di fronte alle nostre cocacole.

“Il giardino è… wow….” dissi io incapace di trattenere l’emozione provocata da quella terra piena di vita.

“Eh sì… mi ha dato la stessa sensazione di quando trovammo la villa per il matrimonio.”

La magia. Non lo dissi. Ma lo sapevamo entrambi.

“Dobbiamo provarci… lo dobbiamo a noi stessi. Adesso penso a un messaggio da mandare al proprietario e tu lo rivedi.” proposi finendo la bibita frizzante così velocemente da rimanere quasi congelato.

“Ok!” rispose Peter propositivo.

Peter è quello che sa ottenere miracoli parlando con la gente. Io con la comunicazione strategica e la pianificazione. E quando ci uniamo sentiamo di aggiungere valore l’uno all’altro.

Tornando verso casa, mentre Peter guidava, parlammo ancora della villa. Non potevamo permettercela, c’era poco da fare. Non esiste convinzione capace di creare soldi in banca. Tuttavia come Avventurieri della Vita, ciascuno alla sua, sapevamo entrambi che esistono cammini paralleli a quelli che ti dicono che esistono. Li avevamo percorsi, separati e insieme. Trovarli però non era cosa semplice e la scorciatoia segreta che ci avrebbe portati a poter comprare quella casa era per lo meno uno di quei cammini tortuosi che si arrampicano sulla montagna a ridosso di un precipizio con un mare tuonante centinaia di metri più sotto e flutti ringhianti che si schiantano contro la roccia in esplosioni frizzanti. Un passo falso ed era la fine.

Arrivati a casa mostrai il messaggio che avevo scritto a Peter durante il viaggio. Dopo aver alzato gli occhi dal cellulare mi guardò con un mezzo sorriso tra il compiaciuto e lo stupito. Fu una delle poche volte che gli piacque già dalla prima stesura. Come scrittore, per me una frase buona è lunga, densa e potente, quasi indigeribile per chiunque non abbia vissuto almeno un po’ nel mondo pre-digitale o non abbia una particolare predisposizione alla lettura. Tuttavia quel messaggio era uscito perfetto. Corresse un paio di punti perchè fosse più “spagnolo”, poi lo rileggemmo insieme. In poco più di una decina di righe di whatsapp c’era il primo fondamentale passo verso la cima del monte. Sapevamo che, a prescindere dal reale effetto che avrebbe potuto ottenere, qualcosa in quel misto di emozione e ragione era assolutamente perfetto per la situazione. Ma soprattutto sapevamo che in quelle parole c’era tutto quello che avevamo. Era tutto o niente. E il tutto era lì.

Mandammo il messaggio e decidemmo abbandonare il cellulare per non stare a ossessionarci in attesa di una risposta. Cenammo e andammo a dormire.

Il giorno dopo il silenzio dall’altra parte del messaggio e una doppia spunta azzurra ci fermarono il cuore. Ci avevamo provato, ma dopotutto sapevamo che era impossibile. Non abbandonammo la speranza, ma iniziammo la giornata senza cercarla.

Alle 9:30 Peter mi mandò uno screenshot dallo studio. Non era un sì, non era un no, ma ci dissero di tornare a visitare la casa per parlare con Jaime, il proprietario.

Non ci potevamo credere. Per chi non avesse cercato casa per anni come noi vi spiego esattamente come funziona il mondo immobiliare DAVVERO. La casa vale molto (di solito molto di più del valore reale). Vai a vederla, ma arrivi inevitabilmente secondo anche se hai chiamato a meno di un minuto dall’annuncio e il primo l’ha già comprata. La vedi, puoi ancora fare un’offerta, chiedi uno sconto e ti dicono che ci pensano, poi ti chiamano che l’hanno già venduta a prezzo pieno. Non esiste spazio di manovra. SE, e ripeto SE, la casa ha difetti assolutamente improponibili, di solito rimane per anni invenduta e ottenere una trattativa (anche solo iniziarla) è sostanzialmente impossibile. Di solito tutti aspettano e vedono se riescono a vendere anche se è impossibile. Inumano.

Questa volta non era diverso, però penso che in qualche modo Francisco sentì quel feeling che sentimmo anche noi con la casa. Solo per quello passò il nostro messaggio a Jaime. Il primo passo era stato appoggiato sulla terra. Mancavano solo altri 12349 passi…

La seconda volta che vedemmo il cancello di Villa El Paraíso conoscemmo a Jaime. Era un uomo dal volto scavato dal duro lavoro, ma al tempo stesso dietro allo sguardo stanco, c’era un’espressione di sfida alla vita, di chi non si abbatte per la fatica, ma si crea il proprio paradiso con quello che ha. Salutammo lui, Francisco, Juan e una quarta persona, Ángel, proprietario di un’azienda edile con sede vicina che ci avrebbe fatto un preventivo dei lavori di ristrutturazione.

Fu un discorso lungo, ma eccessivamente ottimista, un po’ manipolatorio realmente, cosa che inizialmente ci demotivò. Quando finirono peró qualcosa dentro di noi cambiò. Il messaggio che avevamo mandato non apriva quel cammino e lo sapevamo tutti i presenti. Non eravamo lì per farci prendere in giro da qualcuno che crede di parlare con sprovveduti. Avevamo una certa esperienza, nel nostro campo siamo abbastanza ricercati, non eravamo i primi venuti e sapevamo, o per lo meno io, che dopo il messaggio che avevamo mandato lo sapevano anche loro. Lo scoraggiamento divenne seccatura, per cui ci piantammo di fronte al gruppetto e ripetemmo il nostro mantra.

Qui come in alcuni film farò qualcosa che non dovrei fare e che ho sempre odiato come strumento narrativo: immaginateci che parliamo, ma che il sonoro di quanto detto si perda in una folata di vento, nell’abbaio di cani di caccia lontani o nel rombare del motore di una moto che passa a tutta velocità. Ciò che dicemmo è il fulcro di come si procurò il miracolo, qualcosa fuori da ogni standard. Parlammo, superammo la facciata di cortesia sfiorando il limite tra l’onesto e l’ostile e arrivammo al momento della decisione del proprietario. Il terreno era fertile, solo c’era da fare quel secondo passo e solo il proprietario poteva farlo.

All’inizio di questo testo dissi che il patto fu sigillato dall’inchiostro sulla carta, ma non fu esattamente così. Lo sguardo di Jaime si schiarì e per la prima volta in quella seconda visita iniziammo a vederci l’uno nello sguardo dell’altro. Desideri, aspettative, sogni degli uni e degli altri iniziarono a condensarsi in un evento reale, fattivo, VITALE. Fu in quel momento, quando al di là delle menzogne sub-vivienti di questo mondo realizzammo che quella era una Azione per entrambi. Fu lì che trovammo l’accordo.

Come da buon italiano che sono il patto fu stretto con la mano del proprietario. Fu un gesto di reciproco rispetto, onore e un accordo virtuoso carico di gratitudine. Raro trovarlo in questo mondo, ma lo procurammo e lo trovammo.

La terza volta che vedemmo il cancello firmammo l’accordo. E mentre entravamo nella quasi nostra Casa-Villa facendo video e ridendo come scemi, le nuvole della tempesta iniziarono ad addensarsi sul monte. Il tempo della magia stava arrivando, ma il prezzo da pagare, noi Avventurieri della Vita lo sappiamo, non è economico. Stavamo per scoprire per arrivare al Paraíso, il cammino iniziava molto più in basso di quanto avremmo mai immaginato…

(Continua…)



Don’t give up!


“In just over a dozen whatsapp lines was the first fundamental step toward the top of the mountain. We knew that, regardless of the real effect it might have, something in that mix of emotion and reason was absolutely perfect for the situation. But above all, we knew that in those words was everything we had. It was all or nothing. And the all was there.”.

The cold knurled metal plate clutched in my palm was about to leave an indelible mark in my flesh. A thread of ink had sealed the pact. I would like to say that my heart was in my throat, that I was in a cold sweat, or that any of my other bodily homeostatic functions had been altered by the signature. It would make me feel more human, like in movies when the soundtrack soars in volume or pace conveying the false sense that in the face of important events our bodies respond in poignant and meaningful ways. Yet it all resolved with a piece of paper signed on the hood of a car in front of what, and now is when I feel the lump in my throat, later, writing it down… in front of what would be our first real home. Uncried tears blend into the absent commotion of the moment. I only remember turning to Peter who was standing in front of the gate. We said nothing to each other, we didn’t want to be too emotional in front of Juan, Franciso and Jaime who had accompanied us that day.

The deal was closed, a copy of the keys in my hands, an impromptu transfer to stop the announcements. We had made it, Villa El Paraíso was becoming Home.

Saying goodbye to our hosts we stood in front of the gate waiting for the two cars to leave. Then we kissed each other. Exalted. Terrified. Deeply in love. Hopefully as much for each other as for the beautiful house. For a moment we remained looking at it from the outside. It was the third time we had seen that gate.

The first time we had left it to go straight to the little village after the first visit to see where our hearts and thoughts were. That day we had received a call. From the sky, perhaps, but definitely from the land. I will remember that race against time that had started two weeks earlier as if it were yesterday for the rest of my life.

The village was one of the classic villages of Emptied Spain (Editor’s note: the phenomenon of depopulation of villages and migration to the city). However, what had become a small village of less than 100 inhabitants with only two bars and a pharmacy had once had a shining past of artistic glory still marked on the fronts of the houses. In the 1980s, one of the villagers, who had worked all his life for an airline, invited artists from all parts of the world where he had traveled to paint the town’ s houses. Even that day (and after) dozens of street art works had remained on the houses, with mystical, natural, science fiction, abstract content. A marvel that could be seen from the main street, a small road of a hundred meters that went up and down going through the town center in less than 20 seconds by car. Nevertheless, the village had something magical about it…. The small central square with a tall lamppost, the town hall next to the church. Tall, light-colored stone buildings, imposing I might say even though relatively modest in size.

We had felt an aura of life in that square. The sun had returned to shine after the unexpected hailstorm, and the few citizens in front of the only bar open at that moment looked at us with a combination of suspicion, curiosity, and a hint of aggression. When we saw the rainbow-painted manhole cover we dismissed the first unfortunately more obnoxious possible reason for that, so we thought maybe they didn’t like foreigners, but we didn’t worry. It is normal in a small town to fear city people you don’t know. Instead, Francisco and Juan had treated us naturally, so we armed our brightest smile and, greeting the people near the bar, we went inside.

We ordered.

“Okay… it’s magnificent…”

“It’s a dream.”

“But it costs too much…”

“It costs too much…”

“But it’s magnificent…”

We laughed in front of our Coke bottles.

“The garden is… wow….” I said, unable to hold back the excitement caused by that land full of life.

“Yeah…it gave me the same feeling as when we found the villa for the wedding.”

Magic. I didn’t say it. But we both knew it.

“We have to try… we owe it to ourselves. Now I’ll think of a message to send to the owner and you review it,” I proposed, finishing the fizzy drink so fast I became almost frozen.

“Okay!” replied Peter proposively.

Peter is the one who can achieve miracles by talking to people. I do that with strategic communication and planning. And when we come together we feel we add value to each other.

On the way home, as Peter drove, we talked more about the mansion. We couldn’t afford it, and there was little we could do about it. There is no conviction capable of creating money in the bank. Yet as Adventurers of Life, each to his own, we both knew that there are parallel paths to the ones they tell you exist. We had walked them, separately and together. Finding them, however, is not a simple matter, and the secret shortcut that would lead us to be able to buy that house was at least one of those winding paths that climb up the mountain at the edge of a cliff with a thundering sea hundreds of meters below and snarling billows crashing against the rock in sizzling explosions. One misstep and that was the end.

When we arrived home I showed the message I had written to Peter on the trip. After looking up from his cell phone he looked at me with a half smile between complacent and amazed. It was one of the few times he liked it even from the first draft. As a writer, for me a good sentence is long, dense, and powerful, almost indigestible to anyone who has not lived at least a little in the pre-digital world or does not have a particular flair for reading. Nevertheless, that message had come out perfect. He corrected a couple of points so that it would be more “Spanish,” then we reread it together. In just over a dozen whatsapp lines was the first fundamental step toward the top of the mountain. We knew that, regardless of the real effect it might have, something in that mix of emotion and reason was absolutely perfect for the situation. But above all, we knew that in those words was everything we had. It was all or nothing. And the all was there.

We sent the message and decided to ditch the cell phone so we wouldn’t be obsessing about waiting for a response. We had dinner and went to sleep.

The next day the silence on the other side of the message and a double blue tick stopped our hearts. We had tried, but after all we knew it was impossible. We did not give up hope, but we started the day without looking for it.

At 9:30 Peter sent me a screenshot from the studio. It wasn’t a yes, it wasn’t a no, but we were told to visit the house again to talk to Jaime, the owner.

We couldn’t believe it. For those of you who has not been house hunting for years like us, I will explain exactly how the real estate world REALLY works. The house is valued highly (usually much more than the actual value). You go to see it, but you inevitably come in second even though you called within a minute of the listing and the first person has already bought it. You see it, you can still make an offer, you ask for a discount and they say they’ll think about it, then they call you that they’ve already sold it at full price. There is no wiggle room. IF, and I repeat IF, the house has absolutely impractical defects, it usually goes unsold for years and getting a negotiation (even starting one) is basically impossible. Usually everyone waits and sees if they can sell even if it is impossible. Inhuman.

This time was no different, however, I think somehow Francisco felt that feeling that we also felt with the house. For that alone he passed our message to Jaime. The first step had been laid on the ground. Only 12349 more steps left….

The second time we saw the gate of Villa El Paraíso we met Jaime. He was a man with a face hollowed out by hard work, but at the same time, behind the tired look, there was an expression of life defiance, of one who does not beat himself up with fatigue, but creates his own paradise with what he has. We greeted him, Francisco, Juan and a fourth person, Ángel, owner of a construction company based nearby who would give us an estimate of the renovation work.

It was a long talk, but overly optimistic, a bit manipulative actually, which initially demotivated us. When they finished, however, something inside us changed. The message we had sent was not opening that path, and we all knew it. We were not there to be fooled by someone who thinks they were talking to clueless people. We had some experience, in our field we are quite sought after, we were not the first comers and we knew, or at least I did, that after the message we had sent they knew it too. Discouragement became discontent, so we planted ourselves in front of the little group and repeated our mantra.

Here as in some movies I’ll do something I shouldn’t do and have always hated as a narrative device: imagine us talking, but let the sound of what we said be lost in a gust of wind, the barking of distant hunting dogs, or the roar of a motorcycle engine passing at full speed. What we said is at the heart of how the miracle was procured, something out of all standards. We talked, passed the facade of politeness, brushing the line between honest and hostile, and we arrived at the moment of the owner’s decision. The ground was fertile. There was that second step to be taken and only the owner could do it.

At the beginning of this text I said that the pact was sealed by the ink on the paper, but that was not exactly the case. Jaime’s gaze became clearer and for the first time on that second visit we began to see each other in each other’s gaze. Desires, expectations, dreams of each other began to condense into a real, factual, VITAL event. It was at that moment, when beyond the sub-living lies of this world we realized that this was an Action for both of us. It was there that we found the agreement.

As the good Italian that I am, the pact was shaken with the hand of the owner. It was a gesture of mutual respect, honor and a virtuous agreement full of gratitude. Rare to find in this world, but we procured it and found it.

The third time we saw the gate we signed the agreement. And as we entered into our going to be House-Villa making videos and laughing like fools, the storm clouds began to thicken over the mountain. Magic was on, but the price to pay, we Life Adventurers know, is not cheap. We were about to find out that in order to get to Paradise, the path begins much lower than we ever imagined….

(To be Continued…)


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Dr. Luca Povoleri De Las Heras
LIFE ADVENTURER
Psychologist  Producer  Author
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Pubblicazioni:
“Super-viv(i)ente Super-Living 2 [No] War”,LucaPovoleri.com, Madrid, 2022.
Super-Living“, LucaPovoleri.com, Madrid, 2021. (Worldwide Amazon english translation of “Super-viv(i)ente”)
Super-Viv(i)ente“, Gruppo Albatros, Roma 2020. (Libreria: Italia, España, UK)
Kratimus: Il Seme di Luce, LucaPovoleri.com, Milano, 2018. (Seconda edizione. Non disponibile)
Kratimus: La chiave dei Sette Cieli”, LucaPovoleri.com, Milano, 2017. (Seconda edizione. Non disponibile)
“Kratimus: Il Passo delle Stelle”, LucaPovoleri.com, Milano, 2015. (Terza edizione)
La Creatividad en tu empresa. Como fluir en ti mismo y alcanzar tus objetivos empresariales.”, Embajada de Marca, Albacete 2016
Il telefono cellulare: tra tecnofilia e dipendenza” Sarno-Prunas-Povoleri, “Psicotech” 2 (IV), 2006, Editorial Franco Angeli

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